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La llegada

Era muy pequeña cuando mis padres decidieron partir hacia un nuevo destino donde pensaban que podría mejorar nuestra situación. España era el destino y en concreto una de las cuencas mineras, la cuenca del Nalón.

Al llegar todo era distinto, el idioma, la cultura y cuesta mucho adaptarse a los cambios de manera tan rápida.

Siempre recuerdo la celebración del Año Nuevo Chino, se celebra en la calle, la gente disfrazada de dragón, bailando con fuegos artificiales, música, y los casado que regalan sobres rojos con dinero a los niños y jóvenes.

Mi primer año en el colegio no fue bueno, no conocía el idioma y no podía comunicarme con mis compañeros y eso me hacia muy difícil hacer amigas, me sentía sola y aislada. El segundo año me fui a otro colegio situado muy cerca y ahí ya controlaba un poco más el idioma y todo fue estupendo, me acogieron y arroparon y enseguida hice muchos amigos que aún hoy conservo. Todavía tenía dificultades con el idioma, pero ya no me encontraba sola.

Fuera del colegio a medida que iba controlando el idioma y podía comunicarme me sentía cada vez mejor.

Mis hermanos nacieron aquí y se adaptaron mucho mejor al poder comunicarse sin problemas desde el principio. Están perfectamente integrados y conocen y comparten ambas culturas la de aquí en la que crecen y la de China que inculcamos y mantenemos en nuestra casa.

El recibimiento

            Era septiembre y empezamos el colegio, llegamos a clase con los compañeros del año pasado y mucho sueño por el madrugón. Estábamos todos juntos preparados para entrar en clase cuando vi a una niña nueva. Al acercarse vi que era china, unos pocos nos acercamos para hablar con ella, pero era difícil no nos entendíamos muy bien. Ella hablaba poco castellano y no entendíamos lo que nos decía, y ella tampoco interactuaba mucho porque no sabía lo que le decíamos. Poco a poco fuimos rompiendo la barrera que supone el no poder comunicarte. En esa época jugar era una prioridad absoluta y el tiempo algo a explorar y disfrutar segundo a segundo lo que aumentaba ese muro entre nosotros. Poco a poco y sin dejar de interactuar fuimos mejorando la comunicación, ganando en confianza, estrechando lazos, compartiendo experiencias, emociones, costumbres, … y todavía hoy seguimos haciéndolo.

            Ahora desde la distancia me imagino que de hoy para mañana me desplazo miles de kilómetros sin conocer a nadie, ni el idioma, ni la cultura, costumbres, … de mi nuevo hogar y valoro más el esfuerzo que mi amiga tuvo que hacer para integrarse con nosotras y me siento más orgullosa de haber puesto de mi parte todo lo que pude para conseguir que se sintiese arropada, acompañada en ese duro camino de adaptarse a un entorno tan diferente.

Los dos lados del espejo. Una sola imagen

Sara Bustelo Vidal

Keqing   Xiang

IES Jerónimo González

4º ESO

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